Llevo bastante tiempo, años, robando su imagen -en La Bajada
de La Cruz, en las Fiestas, con su Peña, El Chilindrón- y guardándola en el
disco duro para publicarla, sin prisa, y que sea retenida en la memoria
colectiva porque lo considero uno de esos personajes que hacen la historia de
los lugares que pueblan, pero hoy parece como si estuviera posando esperando mi
llegada para inmortalizarlo de nuevo.

Me he acercado a saludarlo después de robarle otras imágenes,
esas en las que parece posar, pero que están hechas a cierta distancia, con el
teleobjetivo, y me ha hablado de su delicado estado de salud, sin entrar en
detalles, y su estancia en el hospital. Sigue viviendo solo, aunque “mi sobrina Montse está muy pendiente de mí”,
le he dicho que le vendría bien la prestación de tele asistencia, aunque no
conseguía encontrar la denominación real del servicio y la conversación ha
derivado a cuestiones más intrascendentes, como las fotos del Maratón de
Guiñote, que me ha recordado, y me ha invitado a ver de nuevo.
Julián Ayala Cuevas, auto titulado Canciller de Castilla, Gran Señor de San Juan, Marqués de Ayala, Duque
de Cuevas, Vizconde de Caleruega y Barón de la Colonia nació en Aranda, en
el barrio de San Juan donde siempre ha residido; acaba de cumplir los ochenta, “más el vino que me he bebido” y ha
pasado la última semana en el hospital, algo que parece haberle marcado, a
pesar de las alabanzas que cuenta del centro y del personal. Lo conozco desde
siempre y a pesar de tener algunos, bastantes, años más que yo, hemos
compartido más de una juerga y muchos momentos alegres en nuestros buenos
tiempos. El 10 de enero de 1981 reflejé gráficamente el “Primer Campeonato Internacional de Guiñote”, un maratón de 24 horas
entre José Ignacio García, Carlos Rojo, Juan Carlos Ruiz y el anfitrión, que se
celebró en su casa de la calle Barcelona nº 1. Creo que no había entrado en
ella desde entonces, a pesar de sus múltiples invitaciones “la puerta siempre está abierta para ti” me ha dicho en numerosas
ocasiones pero nunca surgía el momento oportuno, porque estos momentos no se
buscan, surgen, como hoy, y he tenido la sensación de que si no aprovechaba la
oportunidad que me brindaba quizás no habría otra.



La vida de Julián ha girado en torno a su madre, de nombre Librada, y a su casa. De la primera quedan numerosos recuerdos
por todas las estancias de la segunda y, aunque hace ya un tiempo que no está
físicamente, su presencia es constante: en el dormitorio, igual que cuando lo
ocupaba, con una gran virgen, que no es la de las Viñas, sobre el cabecero, de
bronce o latón dorado, de la cama; en numerosos objetos que utilizó,
especialmente una pesada plancha fabricada en París, de las que tenían brasas
candentes en su interior para mantener el calor, y en los numerosos retratos,
todos con la leyenda “nunca te fuiste”
escrita con la exquisita y cuidada caligrafía de quién aprendió de buenos
maestros.
Su casa, su mundo.
Julián Ayala, Gran
Señor de San Juan, está muy orgulloso de su casa, no en vano “mi casa es mi mundo” y en ella se
refleja su personalidad a la vista de toda la gente que, a diario, se para para
contemplarla y fotografiarla “y cuando el
sol al atardecer cubra, esta casa que tanto he querido, con el recuerdo de lo
eterno heraldo, di tú, cabaña mía, qué he sido”, emulando la placa de la salmantina Casa del Regidor Ovalle Prieto, donde vivió y murió don Miguel de Unamuno.
En el número uno de la que en 1503 era la calle Centeno, hoy Barcelona, en el Barrio de San Juan, el núcleo fundacional de la villa, se alza, adosada a otras tres edificaciones, una a cada lado y otra al fondo, esta casa de tres plantas y dos terrazas, construida por el maestro Miguel Vicario (desconozco, en mi ignorancia, quién es o fue el tal Miguel Vicario, pero Julián lo nombra reiteradamente con enorme respeto, orgullo y admiración) a principios del Siglo XX, aunque podría ser anterior. La fachada ya es toda una declaración de intenciones; sobre la puerta el escudo de los Ayala y debajo lo que quiere sea su epitafio “admiró a Juan Martín Díez "El Empecinado"”, dos medallones, a ambos lados, de piedra tallada y policromada, con la leyenda “Nadie es más que nadie en Castilla” y, esculpido en la moldura que sustenta los canes con forma animal, bajo la cornisa que cubre el balcón de la estancia principal, “la verdad será perseguida pero jamás vencida”.
En el número uno de la que en 1503 era la calle Centeno, hoy Barcelona, en el Barrio de San Juan, el núcleo fundacional de la villa, se alza, adosada a otras tres edificaciones, una a cada lado y otra al fondo, esta casa de tres plantas y dos terrazas, construida por el maestro Miguel Vicario (desconozco, en mi ignorancia, quién es o fue el tal Miguel Vicario, pero Julián lo nombra reiteradamente con enorme respeto, orgullo y admiración) a principios del Siglo XX, aunque podría ser anterior. La fachada ya es toda una declaración de intenciones; sobre la puerta el escudo de los Ayala y debajo lo que quiere sea su epitafio “admiró a Juan Martín Díez "El Empecinado"”, dos medallones, a ambos lados, de piedra tallada y policromada, con la leyenda “Nadie es más que nadie en Castilla” y, esculpido en la moldura que sustenta los canes con forma animal, bajo la cornisa que cubre el balcón de la estancia principal, “la verdad será perseguida pero jamás vencida”.
El interior es de estilo castellano, con vigas vistas de
madera, puertas macizas de cuarterones y ventanas con cuartillos y vidrieras de
colores, todas con reja exterior de forja. En la planta baja la cocina, la sala
de la chimenea, lugar de estancia y recibimiento de visitas, y un pequeño
cuarto de baño; al subir las escaleras nos encontramos con dos dormitorios; el
suyo, a la izquierda, y el de su madre a la derecha; en la planta superior el
museo, con una buena colección de sombreros y otros objetos interesantes, un
gran cuarto de baño, que muestra orgulloso, con una ducha y un jacuzzi, un
balcón y una magnífica escalera de caracol, de gruesa madera, construida,
repite, por Miguel Vicario, que da
acceso a la biblioteca y la terraza.
En la biblioteca sorprende un retrato al
óleo de Manuel Tablado “me gustó y lo compré” junto a un poster con la imagen
de la Virgen de las Viñas. En el centro, un bello y antiguo pupitre que utiliza para la lectura
y lámparas con bombillas de colores que cuelgan del techo realizadas con cepas
de viñas. En la terraza figuras orientales, una prensa para hacer vino y varias
macetas con flores de plástico, además de una plantación de perejil de donde se
abastece para los guisos. Por una escalera plegable se accede a la última
terraza, que antes fue tejado, como es tradicional en nuestra zona, con envidiables
vistas a la vecina iglesia de San Juan y al oeste y sur de la villa, lugar para
el disfrute, con una moderna y cómoda hamaca, además de otros enseres y objetos
curiosos. En esa terraza, afectado por la meteorología de la estepa castellana
se encuentra, entre otros, el trofeo que recuerda aquel Maratón de Guiñote
celebrado el 10 de enero de 1981.
Libre para elegir
No es necesario hablar de Julián Ayala para conocerlo; basta con hablar de su casa. No es necesario decir que siempre estuvo, y está, involucrado en los acontecimientos relevantes que pasan en Aranda, de su pertenencia a la Peña Sol y Sombra, la del pasodoble que compusieron Antonio Nebreda y Antonio Cebas, y cuya bandera presidió aquella larga partida de guiñote hace 34 años; de su pertenencia a la Peña El Chilindrón, o a la Cofradía de la Bajada de la Cruz de Mayo. No es necesario decir que si no existiera habría que inventarlo.
No
es necesario decir que siempre ha sido libre y ha presumido de esa libertad
para elegir o no elegir, aunque algunas personas lo tachen de raro o excéntrico;
de que eligió el año 2040 para su despedida, con 105 años, aunque ahora piense
que ya le queda poco por hacer porque parece que le ha entrado miedo, ese que
nunca había conocido, tras su estancia de una semana en el Hospital, y que quizás
no espere a 2040 para dejarnos. Le preocupa que en un tiempo no pueda seguir viviendo, sólo, en su casa, que tenga que ir a otro sitio, con más gente, y que pierda esa
libertad que adora por la que siempre ha luchado porque “la vida es lucha. Cuando cesa la lucha desaparece la vida”. Pero es
libre para seguir luchando y es libre hasta para elegir cuando quiera irse, aunque espero que se quede hasta el 2040. Y en su casa.
Pido disculpas por la calidad de las fotografías; la mayoría están hechas con el teléfono pues la visita no estaba programada; tampoco la publicación pero tras el rato en su casa pensé que sería bueno mostrarlo a la gente que quiera verlo. Le pedí permiso y me lo dio, "Tú, Toño, lo que quieras... y si tengo que firmarte algo..." entre gente de palabra no hacen falta papeles, le respondí y nos conocemos desde hace mucho para saber cómo somos.
Esa fachada tan singular ya te hace imaginar una casa y un inquilino único y especial. Buenos recuerdos de mi querida Aranda. Bonita publicación, gracias.
ResponderEliminarMuy bonito ,¡cuantos ratos en esa casa de tolerancia y amistad ¡ ,cabe todo el mundo.Esta muy guapo ¡¡¡como un señor¡¡¡
ResponderEliminarYo recuerdo al señor Ayala mucho.....recuerdo cuando me tiraba la capa negra que llevaba y me decía que pisara sobre ella....
ResponderEliminarDistinto, indomable, leal, imprevisible, ameno, versátil, culto. Desenfadado vecino de Aranda del qué aprendí tantas cosas!.
ResponderEliminarFué amigo compartimos muchas conversaciones siempre profundas su casa era un Manantial de conocimientos y sabiduría. Pasados años me sigo acordando de él.... Muchos lo tomaban por loco siendo realmente un gran cuerdo. Pablo Neruda su íntimo en emociones.
ResponderEliminarQuerido mío.... Que corto fué el amor y que largo el olvido....!!
El Gran Ayala !!! Se merece una calle o una estatua en su querida Aranda,aunque nos deja lo mejor que es el recuerdo de un ilustre arandino muy sabio y peculiar
Eliminar